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viernes, 22 de abril de 2011

El mes de las comuniones

Cada vez se acerca más el susodicho mes, y es que ¿quién no recuerda el día de su comunión? Ese día en el que vestidos como marineros y princesas nos paseamos por una iglesia repleta de amigos y familiares como si de la pasarela Cibeles se tratase, desvelando el secreto de nuestro vestido, el cual habíamos guardado con silencio absoluto durante semanas como pequeñas novias antes de su boda, sabiendo que las críticas por nuestro atuendo no tardarían en aparecer de la boca de las pequeñas viborillas que teníamos como amigas y compañeras... ¡Mira que repolluda va Sofía! ¡Que vestido más feo lleva Mónica! ¿Has visto los tirabuzones de Tamara?

Y entonces probamos por primera vez "el cuerpo de Cristo", también llamado hostia, palabra compartida con el, sin duda más popular, significado de bofetada o golpe (¿tendrán algo que ver?). Un trozo de olea insípido que se te pega en el paladar y no hay Dios, y nunca mejor dicho, que te lo despegue.

Un día de diversión, de regalos, de banquete... Sin duda alguna, un día estupendo para los niños y niñas, pero carente de significado. Entiendo que el acto de "la comunión" ha pasado de ser un acto litúrgico a una tradición popular muy arraigada en España, entiendo que con 9 años de edad resulte incomprensible el motivo de celebración, y entiendo también que los niños se entusiasmen ante la idea de semejante fiesta e inciten a sus padres, creyentes y no creyentes, los cuales con tal de complacerles harían cualquier cosa. Pero pese a esto, me parece una falta de respeto hacia todo el mundo que las familias no creyentes realicen su fiesta particular en el que para otros es un lugar de culto. Cambiemos la tradición y hagámos una celebración pagana comprensible para los niños y respetuosa para los padres, eso sí, en el mes de mayo.


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