José Mourinho es el rey de las ruedas de prensa. Cada vez que habla sube el pan y los periodistas se pegan por estar en la sala cuando él haga declaraciones, inicialmente espontáneas pero totalmente calculadas por el manipulador mediático portugués. Pero hoy él no es noticia sino su archienemigo: Pep Guardiola.
Parecía un día más, dentro de lo que un día más puede significar la previa de un partido de semifinales de Champions que enfrenta a los todopoderosos (uno más que otro) Barcelona y Real Madrid. Pep llegó con su cara inexpresiva ya típica, los periodistas comenzaron con sus preguntas y entonces sucedió. Guardiola, ese señor que durante los últimos años no ha parado de dar, a diestro y siniestro, lecciones de elegancia y saber estar, pierde los papeles. Muchos le acusaron de falsedad, de haber mostrado por fin al verdadero Guardiola que tanto lleva escondiendo en favor de una imagen depurada. Y, ya sin careta y a pecho descubierto, empezó a soltar por esa boca que tiene perlas como estas:
Pueden sacarse dos conclusiones. Una, Pep es un hombre con sus debilidades, sus fallos y su genio, o dos, Mourinho ha conseguido que el hombre de hielo se desquicie y nos brinde a todos tema de conversación extradeportivo, como a él le gusta.