Cuando España llegó a Lituania quedó sorprendida por el barrizal en el que tendría que enfrentarse a la anfitriona. Inmediatamente solicitó una inspección de la UEFA, que debería evaluar si el terreno de juego era apto para jugar sobre él o no.
Hasta Kaunas, provincia lituana donde se jugará el partido, llegó una delegación de la institución que designó el campo aceptable, pero dejó una pequeña puerta abierta a la esperanza española de no jugar ante tales condiciones: sería el árbitro designado para dirigir el encuentro internacional el que tendría la última palabra sobre el césped.
Horas antes del encuentro el árbitro inspeccionó el terreno de juego y conluyó que el partido debería jugarse. No faltó tiempo para que todas las alarmas saltasen en una España cabreada por la enésima jugarreta de la FIFA.
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