Un 7 de enero más me calcé mis botas más cómodas, un bolso bandolera y decidí aventurarme con valentía y acompañada por mi madre por las abarrotadas calles del centro de Madrid. Mis primeras impresiones fueron estupendas, eran las 11 de la mañana y, pese al trajín que había en el exterior, el fabuloso teatro que H&M ha invadido de ropa y complementos en la calle Gran Vía estaba bastante tranquilo, cosa bastante normal teniendo en cuenta que las rebajas de esta cadena internacional habían comenzado el día 2 de enero. Después de recorrer la imensa tienda lo encontré, por fin, después de tanto sufrimiento y de tantas tiendas recorridas, escondido entre todos los vestidos de fiesta apareció el único e inimitable, el genial y asombroso, el precioso vestido drapeado con escote de corazón y volante en la cadera de color maquillaje que tanto había ansiado, ¡ y al 50% ! (Sólo hay un pequeño detalle sin importancia, y es que aunque la cremallera me sube, tendré que esperar a bajar unos cuantos kilitos para estrenarlo).
Feliz y radiante salí acompañada de mi madre y de mi vestido hacia Zara, sin saber lo que me esperaba. Una locura, es el adjetivo que más se acerca a lo que viví dentro de esa tienda. Colas y colas de gente, ropa tirada por los suelos y señoras maleducadas empujándote con sus bolsos para hacerse sitio. Las únicas plantas "visitables" eran las de ropa de hombre y de niño. En la primera de ellas encontré mi única adquisición, una cazadora de cuero muy bonita rebajada de 70 a 35 euros para mi novio, y por la que merecía la pena hacer una hora de cola para pagar, ni un minuto menos ni un minuto más, en la planta de niños (no quiero ni imaginarme cuanto duraría la del resto de plantas).
Después de una hora perdida llegué a la meta, con tanta suerte que la cazadora no tenía etiqueta y el precio que maracaba la caja, 45 euros, no era el que yo había visto en otra cazadora del mismo modelo pero de diferente talla. "No le podemos cobrar la cazadora a un precio distinto del que marca la caja si no tenemos la etiqueta delante", eso fue lo que me dijeron, pues estupendo, a ver si se pensaban que después de una hora iba a pagar 10 euros más por la prenda. Con toda mi mala host** subí corriendo 3 pisos por las escaleras apartando a la gente de mi camino y pensando que cuando llegase a la zona de caballero alguien se habría llevado la cazadora con la etiqueta rebajada rematando mi "buena" suerte. Dando gracias a Dios, a los ángeles y a los santos bajé las escaleras hiperventilando y mareada con la cazadora en la mano marcada al precio que yo había visto. Estaba mal etiquetada, en realidad costaba 45 euros, pero como me conozco la normativa, su obligación era cobrarme el precio indicado en la etiqueta ya que el error era del establecimiento, y así fue.
Con un poco menos de fuerzas, de tiempo y de humor salí a la calle. "Al menos te has salido con la tuya" me animó mi madre, y nos encaminamos hacia otra tienda. ¿Qué más nos podía pasar? Pues que empezamos a pitar a la entrada de Oysho cargadas de bolsas, lo que nos faltaba. Primero pasa una bolsa, luego la otra, ahora un pie, ¿será el bolso?, ¿la cartera?, ¿pitas tú o pito yo? Pues nada, la incompetente e inútil dependienta de Zara había dejado un regalito en forma de alarma enganchada a la ya famosa cazadora de cuero. En ese momento me acordé de su madre, de su padre, su hermano, su abuelo y su tía la del pueblo, de su prima y su primo, y de ella, por supuesto.
Creo que salí a la calle de nuevo escupiendo barbaridades por la boca, pero la histeria y la rabia me cegaban y no me permiten recordar bien el recorrido y los improperios que dije hasta llegar de nuevo a Zara. Allí me pidieron perdón y retiraron la alarma, y en ese momento decidí meterme en el metro.
Juro no volver a ir de rebajas, al menos el primer día, pero mis promesas son efímeras, y me suena haber realizado esta misma en anteriores ocasiones, y sé que el primer día de julio la ilusión de encontrar eso que tanto deseaba a menor precio me hará olvidar las penalidades sufridas en anteriores combates y me empujará de nuevo a la batalla de las rebajas.
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