Al llegar, una marea humana sólo comparable a grandes ocasiones. Búsqueda de asientos, miradas al verde césped, expectación y gran ambiente. Lamentablemente eso fue lo mejor de una nueva decepción en el Calderón.
Los jugadores de ambos equipos se pasearon por el campo sin intención de nada. Forlán naufragaba en su desesperación y sus compañeros no eran capaces de dar dos pases seguidos. El Madrid, por su parte, parecía distraído, sin ganas de ganar, sin ganas de jugar, sin ganas de correr y sin ganas de divertir a todos los que allí andábamos.
El frío empezó a adueñarse de los espectadores y no era sólo cuestión del gélido aire que corría en la rivera del río madrileño, el frío que se nos metía en los huesos procedía del terreno de juego. Apenas un fallo de Iker hizo levantarse a la grada, el posterior gol la mató. Lo único que nos entretenía de vez en cuando eran los cánticos y el jaleo que formaban los ultras atléticos.
Poco más merece mención, parece que el Atleti está empeñado en hacer creer a sus inchas que el año pasado, y el doblete, fue un espejismo. Ánimo atléticos, más se perdió en la guerra y volvieron todos cantando.
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