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lunes, 13 de febrero de 2012

Un reforma deseada y necesaria

Las reformas anunciadas por el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, en esta última semana han suscitado una intensa polémica en la sociedad española. Temas tan candentes como la Ley del menor o la Ley del aborto serán modificadas para evitar sentencias desacertadas y detestables como la del caso de Marta del Castillo y para fomentar la responsabilidad de los adolescentes, que en estos últimos años habían considerado el aborto como una solución frecuente a sus imprudentes prácticas sexuales y no como lo que es en realidad, una opción extraordinaria ante circunstancias inusuales.


Es cierto que la Ley del aborto aprobada en 2010 por el gobierno socialista supuso un paso más hacia la libertad de las mujeres, un paso más hacia la libertad en la toma de decisiones tan trascendentales como la concepción de un hijo, pero la falta de regulación también propagó una generación de jóvenes inmaduros que utilizan técnicas como la llamada “píldora del día después” o el aborto en sustitución del uso de preservativos o de métodos anticonceptivos. No se trata de prohibir el aborto, sino de regularlo; regularlo de tal forma que los adolescentes no lo empleen como una solución ordinaria, regularlo de tal forma que la decisión no esté únicamente en manos de una quinceañera inmadura, regularlo de tal forma que se promuevan valores como la sensatez, la precaución o el derecho a la vida.

 

La reciente y desafortunada resolución del caso de Marta del Castillo ha sido sin duda una de las principales causas que han llevado a Gallardón a anunciar en este momento la reforma de la Ley del menor con la aprobación de todos los partidos políticos y de la sociedad española en su conjunto. Una medida acertada que evitará que los cuasi-adultos eludan las penas que se merecen en caso de delitos graves.

 

Además, la implantación de tasas judiciales para los ciudadanos recurrentes desobstruirá los juzgados españoles que actualmente se encuentran colapsados por denuncias intrascendentes e insustanciales, agilizando así los procesos que realmente requieran de urgencia. En definitiva, una reforma necesaria y deseada por muchos que ven en Gallardón al salvador de la justicia de este país.

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